Juancar Gimeno: “Y de noche oía a los lobos”

La felicidad pura se encuentra justo en el instante antes de conseguirla, en el momento en que descubres que la alcanzarás
Kilian Jornet
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Aquella noche, Juancar Gimeno (29) le vio los ojos al dragón:
–Pensé que iba a perder dos dedos de los pies. Había dejado de sentirlos desde hacía un buen rato. Y estaba nevando mucho, no veía nada, desde luego no me encontraba nada bien. Aquella era la peor de noche de mi vida –me cuenta.
–¿Y cómo salvó el jaque?
–Metí los pies en el saco y, no sé cómo, logré calentarlos. Estuve así un rato hasta que paró de nevar. Entonces volví a ponerme en marcha. Bajo esas condiciones, me dije, era mejor que me moviera. El problema es que la nieve estaba muy blanda y el avance era desesperante: iba a un kilómetro cada media hora. Así que tuve que parar de nuevo y volver a montar la tienda.

Juancar Gimeno, con una hoguera bajo la nieve, durante su carrera en Laponia
Arctic UltraEscucho la historia de Juancar Gimeno y pienso en el Relato de un náufrago, de Gabriel García Márquez. O en las aventuras de Mike Horn, el aventurero que se adentró en el Polo Norte, de Nome (Alaska) hasta Spitsbergen (islas Svalbard), 1.666 kilómetros sobre los esquís, tres meses de travesía.
(Lector, vaya usted a Google Maps y marque el trazado entre una ubicación y la otra; tal vez así descubra que, según la aplicación, aquel recorrido es imposible).
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Fui inmensamente feliz al volver al hotel: fue mágico. Me di una laaarga ducha caliente, dormí en una cama doble” Juancar GimenoUltrafondista
Hace dos meses, Juancar Gimeno se fue a Laponia, a disputar (y ganar, en siete días, una hora y 34 minutos) la Arctic Ultra: 500 kilómetros en siete días en modo de autosuficiencia. Todo lo que podía asistirle iba en el trineo del que tiraba a solas, avanzando pesadamente sobre la nieve: el líquido, la tienda y el saco, la ropa seca, la comida...
–¿Qué comía?
–Pasta boloñesa que me cocinaba con un cazo. Desayunaba porridge de avena. Por las noches, salmón con arroz. Y sobre la marcha, suplementos energéticos, barritas de cafeína y chuches, snacks con barritas de dátiles. También llevaba una Camelbak (mochila de hidratación) con isotónico de Nutrisport. Consumía líquido cada tres cuartos de hora. Comía cuatro veces al día.
(Me entra hambre solo de escucharle).

Juancar Gimeno y su kit de supervivencia, antes de enfrentarse a la Arctic Ultra
Arctic UltraEl 2 de marzo, doce ultrafondistas tomaron la salida en algún lugar remoto de Laponia, en Suecia. Eran cinco ingleses, una inglesa, un alemán, una alemana, un danés, una neerlandesa, una austriaca y Gimeno, que es de Calamocha (Teruel) y antes jugó al fútbol en un abanico de equipos de Segunda (fue centrocampista del Andorra, el Binéfar o el Móstoles) y en el 2024 disputó el Marathon des Sables, la antítesis atmosférica de la Arctic Ultra, y ahora tiene una empresa de preparación física: 23TopTraining.
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–¿Y qué hay en el Ártico?
–Hay oscuridad (en aquellos días amanecía a las cinco y anochecía a las 17h), hay soledad, hay temperaturas de -20ºC, hay silencio, que es inquietante, sobre todo cuando te adentras en el bosque. Y a lo lejos, escuchas el aullido de los lobos. Y a cuenta de eso, pensamientos negativos. Tuve alucinaciones. A lo lejos veía árboles que confundía con casas o puntos de control, o renos. Por las noches dormía dos horas. Para mantenerme en carrera, ¿sabe cuál era la clave?
–¿...?
–No sudar.
–Y eso, ¿puede regularse?
–Si estoy corriendo y noto que voy a sudar, camino. Y como llevaba tres capas, abría cremalleras y dejaba que el frío refrescara el cuerpo. De día nos movíamos entre los -5º y los -10ºC. De noche podía bajar a -30. Bajo el sol, el ascenso término ablandaba la nieve y, como me hundía, tenía que ponerme las raquetas. Pasaba doce horas sobre ellas, con dolor de pies y heridas. Desde el tercer día, las piernas iban destrozadas.

Juancar Gimeno me cuenta que se había preparado sumergiéndose en los Pirineos, y en la Sierra de Madrid, y experimentando con el frío:
–Salía a campo abierto, a -4ºC, y pasaba media hora desnudo. De esa manera trabajaba, sobre todo, la mente.
–Le darían un buen premio por el triunfo, ¿verdad? –le pregunto.
–Una medalla, y punto. Necesité cuatro días para ver cómo los pies se deshinchaban y recuperaban su forma. Fui inmensamente feliz cuando volví al hotel: fue mágico. Me di una laaaaarga ducha caliente. Dormí en una cama doble.
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